No somos niños (Ed. UAH, 2020).

Imagen: El Mostrador

Por Claudia Valdés 14/09/2020

Lo primero que distingo en el libro de Catalina Donoso es un lenguaje claro y directo, un lenguaje que transmite con fluidez las ideas y reflexiones principales de una larga investigación dedicada a las representaciones de la infancia. A partir de esto resulta reconocible la intención en la autora por llegar a sus lectores(as), sobre todo, al transmitir con transparencia las motivaciones que dieron lugar a su investigación, así como a las principales directrices teóricas que la guían, lo que en ningún caso quita peso a sus argumentaciones. Así, interesada en la potencia simbólica de los niños(as) en la pantalla, y desde los estudios de la infancia, la filosofía y la imagen, la autora emprende una aproximación crítica hacia la construcción social y cultural de la infancia a partir de destacadas obras latinoamericanas –principalmente cinematográficas– que entregan protagonismo a niños(as) y adolescentes.

El interés de Catalina Donoso por las representaciones de los niños(as) en distintos medios, así como, la lucidez y agudeza con que aborda esta temática, quedan de manifiesto ya en el inicio de su escritura, cuando la autora a modo de sinopsis presenta un análisis sucinto acerca de un video reciente (2017), cuya viralización en redes sociales lo convirtió en parte de la memoria colectiva. Pues bien, tal imagen mental cumple el propósito de situarnos, como lectores(as), en el quid del asunto: “los niños como los desmontadores de la escena adulta”. De esta forma, al hacernos parte de esta experiencia mediática, Catalina Donoso nos invita, como lectores (as) a adentrarnos en el cuerpo más grueso y denso de su obra, donde nos presentará a la infancia como territorio de conflicto, o bien, como “una entrada incómoda al aparato social, político y cultural”.       

En la primera sección, “Un espejo deformado”, la autora –a través de filmes de Buñuel y Gaviria– aborda y desentraña, temática y estéticamente, representaciones de una infancia que incomoda, que se mantiene oculta porque descubre las desigualdades de clase, tan propias de las sociedades latinoamericanas. Se trata de una infancia poblada por personajes marginales que no encajan en la estructura social y cultural, que no tienen oportunidad y, por la misma razón, escapan al moldeamiento de la normativa institucional. Son los(as) llamados(as) niños(as) insurrectos(as), quienes han sido abandonados(as), ignorados(as) y confinados(as) en la periferia por una sociedad (también infantil) que irónicamente persigue el desarrollo. Lo interesante es que en esta sección también aparece la representación de otro tipo de infancia, integrada al sistema, que no se oculta. Es la infancia que nos muestra Valeria Sarmiento en El Planeta de los niños, aquella que asiste a la Escuela de Pioneros fundada por Fidel Castro en Cuba. De acuerdo a la interpretación de la autora, es a través del montaje y el dialogo con los(as) niños(as), que la cineasta desenmascara la estructura de poder (comunista) que vigila y controla mediante la ideologización. De esta forma, lo que vemos en el filme de Sarmiento corresponde a la figura de una infancia modelada, “institucionalizada”. Sin embargo, y desde la perspectiva de Donoso, todas las imágenes proyectadas devolverían la mirada a una sociedad que condiciona la infancia. 

En la segunda sección titulada “Lenguaje”, vemos no solo la infancia como territorio de conflicto, sino también al lenguaje como tal. En el capítulo “Tire dié: niño que habla”, la autora emplea la analogía sujeto colonizador/adulto y sujeto colonizado/niño, para demostrar cómo el lenguaje actúa como factor de dominación y poder. De esta forma, el uso de la lengua revelaría la condición marginal y subalterna de una comunidad/infancia precarizada. Al no haber aprehendido la lengua oficial, esta comunidad requiere de algún mecanismo de traducción o de mediatización (doblaje) que haga posible el acto comunicativo, otorgando legibilidad a su representación. Sin embargo, también se exponen las limitaciones y obstáculos que la misma técnica cinematográfica puede presentar, a la hora de pretender la representación auténtica de una comunidad y su habla. Así lo demuestra el análisis realizado al destacado documental social, Tire dié (1960) de Fernando Birri.

Posteriormente, en la tercera sección, titulada “Espacios y Tránsitos”, Catalina Donoso aborda el movimiento y el deambular de infanto-adolescentes por los espacios urbanos que el aparato estatal a dispuesto para la organización de la ciudad. Específicamente, se trata de una reflexión en torno al uso alternativo, nuevo e impensado que los(as) chicos(as) dan a estas estructuras urbanas, pretendiendo o buscando una salida o un desahogo a su apremiante condición socioeconómica. En el capítulo “Detención en movimiento…” asociado al concepto de experiencia del “no-adulto”, la autora plantea la idea de “resignificación del espacio público” empleando la pasarela como objeto-estructura fija, significante. En este caso, su análisis enfocado en los filmes Mami te amo (2008) y Mitómana (2009), nos presenta la interesante paradoja de la permanencia en los lugares de tránsito.   

Finalmente, en “Medios”, la cuarta y última sección, Catalina Donoso dedica dos capítulos a la reflexión respecto de la representación de la infancia y la intermedialidad, estableciendo cruces entre el cine, la literatura, el teatro y la narrativa gráfica. Es justamente en “Paisajes de infancia en la memoria política”, donde la autora establece un dialogo entre los distintos tipos de narraciones para demostrar la influencia que tuvieron los documentales y la literatura –de carácter autobiográfico– en la novela gráfica. Así, al desplazar el relato de la memoria política (asociada a la dictadura), desde el espacio público al espacio de la subjetividad (propio de la autobiografía); y desde la experiencia del sujeto adulto, a la experiencia del sujeto niño/adolescente, tanto el filme documental como la literatura establecieron un precedente que fue emulado en la narrativa gráfica. De esta manera, la autora deja claro que la importancia de este cambio de paradigma narrativo radica en la validación del infante/adolescente como actor social y político, cuyo testimonio y discurso democratizan la memoria política y otorga nuevas lecturas de la historia.    

Pues bien, lo que hace Catalina Donoso en las distintas secciones y capítulos que conforman su libro, es cuestionar la noción moderna de infancia que opera en la sociedad actual, la que se debate entre la promesa de la autonomía del niño(a), sustentada en el derecho, versus la necesidad de regulación que recae sobre ellos(as). Asimismo, la autora discute en torno al concepto de infancia como expectativa de desarrollo, como human becoming,  promesa y sumidero de esperanzas y proyectos que pertenecen a otros(as), a los(as) adultos(as) que rectifican, vigilan y controlan. En este sentido creo que el libro de Catalina Donoso invita, a través de su contundente estudio y su profundo análisis, a reflexionar respecto al lugar y condición de los(as) niños(as) en sociedades pasadas y en sociedades actuales, en nuestro entorno, como sujetos presentes, activos; como protagonistas, no solo de las representaciones aquí abordadas, sino en la actualidad, en la contingencia, en la vida misma.

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